Fernando Baena Vejarano  

Estoy descubriendo el agua tibia.  Me pasa por ingenuo. Filósofo tenía que ser, subido en mi torre de marfil transpersonal y mi biblioteca empotrada en una nube. Me volví especialista de luces, meditación, orientalismo y  sueños utópicos -en los que sigo creyendo- , pero me faltó echarle el ojo a las aguas pestilentes. Tuvieron que pasar seis décadas para que yo empezara a descubrir los mecanismos de la estrategia visceral de vanidades: este mundo. Bastante me ha ayudado, creo,  salir del escenario amurallado del anonimato citadino, para asomarme al teatro de la vida municipal. Ya el realismo crudo de Colombia, Ucrania, Venezuela, Israel y  Estados Unidos refleja el principio de que liderar dejó de consistir en defender ideales y augura  que las tres cuartas partes restantes del siglo XXI se regirán por pulsos entre matones en vez de acuerdos solidarios. Es como aprender a mirar por primera vez, con microscopio, la caricatura humana. De lejos los microbios parecen de mentiras. Los observa uno en los noticieros, en las películas; pero siempre representados por alguien o protagonizando algún papel.

 

Uno como yo, de clase media, se relaciona con gente común en la ciudad, pero los famosos siempre están subidos en algún podio. No es posible hacerles un estudio anatómico. Los que figuran, política o culturalmente, se esconden tras sus asesores de imagen.  En el clima municipal se presentan ellos mismos. En las pantallas el juego del poder, de la figuración, del prestigio… no huele tanto. De cerca tiene su propio perfume. Ni los demás son anónimos, ni puede uno esconderse del saludo. Resulta sorpresivo al olfato, pero es una lección inolvidable.  

El término alemán Realpolitic fue acuñado por el político y escritor alemán Ludwig Von Rochau  en el siglo XIX, pero hay que agregarle, para perfilar su versión criolla, la caricatura de una sociedad cortesana, es decir, zalamera y aduladora.  La mejor radiografía de la Realpolitic  se me reveló , sin embargo, no en mi amado crucigrama de calles empedradas, sino en otra ciudad históricamente emblemática.   Me invitaron hace años a hacer una ponencia en un evento de una famosa universidad que quiso lucirse internacionalmente. Hay que retratar un municipio para fotografiar una ciudad, y hay que hacerle espionaje a un congreso académico para poner en evidencia las lógicas de Colombia.  Como  es abajo es arriba, y como es arriba es abajo; diría Hermes Trimegisto. Somos un juego de correspondencias en el que nadie se salva de ser, para bien o para mal, igualito a los que admira o critica, obedece o gobierna, agrede o ama. Que se me permita, entonces, la pedagogía de la exageración. Veámonos con un poco de humor, y aceptemos que ser así, tan humanos, es película de horror.  

El congreso: auditorio de alta alcurnia, con salones múltiples. Formalidades de principio a fin. Rituales todo el tiempo, que giraban alrededor de valores explícitos: demarcaciones de jerarquía, exaltación de la nobleza de carácter de quienes hayan sido leales, e indudable demostración de auto importancia universitaria, para promocionar por supuesto sus doctorados. Vestuarios impecables. Protocolo constante. Presentaciones de hojas de vida somníferas. Todo vale con tal de afirmar que lo que dirá enseguida cada exaltado ponente cambiará el rumbo de la historia, prevendrá el derrumbe de la biodiversidad planetaria, y organizará el futuro y la dignidad de la vida humana. Asistencia masiva -obligatoriamente voluntaria-, para el acto inaugural.  Patriotismo de himno y bandera por todas partes, cerrando la faena con graduación solemne, emociones sublimes y rituales casi masónicos.  De llorar. Coro vestido de tuna universitaria para colmo. Por supuesto, alguna atención se le daba a los loables temas. Pero los temas giraban alrededor de las personas. No las personas alrededor de los problemas. No nos interesa tanto que las cosas evolucionen, sino sobre todo figurar como quienes queremos mejorar las cosas.  

Pero quise imaginarme qué dirían Freud, Nietzche, Foucault o Derridá del lenguaje no verbal, de la semántica misma con la que, oculta bajo los discursos verbales, se echaban los dados del poder. Los mensajes primarios -de los comparativamente mucho más sofisticados mensajes racionales que nos enviamos los unos a los otros- son bastante más simples que las jeringonzas teóricas. Tanto, que da pena; tanto, que a las narrativas hay que vestirlas de seda, porque parafraseando el dicho-, el mono, aunque se vista de doctorado, mono se queda. O el político de turno. Recordé a William Moulton Marston, el creador del exitoso comic que luego se volvió película- excelente observador de la conducta y creador del personaje de la mujer maravilla. Según este sicólogo egresado de Harvard la etología del homo sapiens sapiens tiene cuatro raíces biológicas y mamíferas: 1-demostrar o exigir sumisión; 2-necesidad de comunicarse con otros individuos para sobrevivir mejor mediante actos comunitarios; 3- Necesidad de confiar, cuidar, ser cuidado; sentirse tranquilo y seguro; 4-Necesidad de crear y seguir normas sociales para coordinar acciones comunitarias. El libro "Emotions of Normal People" (1928) las llama respectivamente 1Dominancia; 2-Influencia; 3-Estabilidad y 4-Conformidad. Mejor dicho, ni la vida municipal ni los congresos se salvan de gente cuya intención no gire alrededor de las siguientes obsesiones: 1- Mandar u obedecer; 2- Seducir, hacerse admirar o idealizar -o dejarse guiar; 3-Seguridad grupal, cuidado mutuo y afectos intracomunitarios, pero mostrándole los dientes a los foráneos; 4- Hacer, pensar y sentir lo que prescriba el grupo, no sea que nos excluyan.  

La corteza cerebral está al servicio de los afectos e instintos. Estamos apenas estrenando racionalidad. Por debajo de la parafernalia de conceptos, investigaciones, propuestas y preguntas de la bioética, lo que realmente le importaba a la institución era “quedar bien”: ser avalada, ser aceptada, aplaudida y reconocida por sus clientes internos (directivos, profesores, estudiantes). O sea, ganar autoridad en el tema (dominancia, poder político), satisfacer su vanidad y conseguir adeptos (Influencia, inscripciones a postgrados), prometer una sociedad futura bien cuidada (estabilidad) ; y cumplir con todas las normas intelectuales y rituales de una institución universitaria. Alabanzas van y vienen. Relamidas entre perros. Yo te exalto, tu me exaltas, nosotros nos exaltamos, vosotros os exaltáis y ellos nos exaltan. De ese modo, todos nos sentimos tan importantes de salvar el planeta que ya lo de menos es que el planeta se salve.   

No es muy distinto un municipio. O un país. O un planeta. A ciertas élites santafereñas en épocas de Bolivar las llamaban “solapados”, por sus chaquetas de amplias solapas. Pero no solo por eso. Personalidad de los altiplanos. Disimulamos todo lo que podemos nuestros juegos de poder, de seducción, de afectos y normas. Jugamos a racionalizarlo todo. Justificamos con argumentos encopetados todo lo que decimos y hacemos, pero sin confesarnos que además de provenir del cielo, procedemos del infierno.  En vez de imponernos de frente, lo hacemos de lado. ¿Quién manda a quién, y quién se dispone a obedecer o no, según su capacidad de hacer daño o su fragilidad para volverse víctima? De eso es de lo que de  verdad se trata en el evento cultural, la junta de acción comunal, el partido de futbol, la orgía de alcohol en la tienda de la esquina, la cátedra, la junta directiva, la reunión con el alcalde. Para eso se exhibe dinero, ropa, propiedades, y estatus. ¿Quién tiene más títulos, concursos ganados, libros publicados, menciones honoríficas y trofeos? Alguien tiene que lucir sus mejores cualidades para liderar, seducir, y saber esconder en consecuencia sus peores defectos y conductas. Otros han de dejarse engañar, -para lograr actuar como borregos; y luego, escandalizados, denunciar sus mentiras.  No es que no nos amemos, sino que nos amamos para protegernos de los que no son de nuestra misma tribu; prestos a agredir, despreciar, infravalorar y aprovecharnos de otros clanes en el intento. Nos constituye un abanico de normas, que son las de nuestro grupo de referencia, porque le tenemos pavor al destierro. Ese miedo origina por igual ideologías LGTBQI o ultraderechas. Lo importante es encajar.  

La esperanza es el recuerdo de una última y larguísima noche de solsticio de invierno en la que todos pensaron que ya jamás amanecería de nuevo. ¿Saldrá el sol esta vez? ¿La amenaza del asteroide 2024YR4 que nos podría impactar en el año 2032 nos hará tomar conciencia? La pandemia no sirvió para nada. Cuéntame la comedia de Colombia y verás con el mayor descaro al ser humano. Pragmatismo. Sofisticación de la mentira -potenciada con algoritmos y bodegueros influenciadores gobiernistas pagados con el dinero mismo de los contribuyentes-; feria de vanidades, seducciones, imposiciones. Flexibilidad excesiva, sin criterios para demarcar la línea fronteriza de la ética. Municipio, departamento, academia. Concesiones donde toque, aunque haya que acomodar principios morales a conveniencia y según circunstancia, agregándoles un término elegante. Henri Kissinger. Otto Von Bismarck. (Mejor no enunciemos a sus equivalentes criollos). Mundo artístico, agenda cultural,  política, farandulera, deportiva. Un edil, un poeta, un senador, un alcalde, un futbolista, un gobernador, una feminista, un artista, un jipi espiritualista, un congresista, un santo. Paz total. Somos todos igualitos cuando la moneda cae por el sello, aunque tengamos caras diferentes. Analfabetismo cultural generalizado que se mira en el espejo tribalista; polarización rampante. Disolución de adherencias a idearios políticos porque, estupidizados los electores-, ya no son capaces de diferenciar argumentos de retóricas mediáticas. Seguimos a Tik Tok en vez de leer periódicos. Relevo generacional con coeficiente intelectual desmejorado. Emociones, no conceptos. Sillas vacías en las aulas universitarias, que fueron alguna vez la salvaguarda de la deliberación crítica. La que dejó sus estudios de ciencias políticas para hacerse chica web y luce su decisión en Only Fans como un gran ejemplo. Delincuentes nombrados en altos cargos, -no aunque sean infractores, sino porque son probados delincuentes o tienen sentencias pendientes-. Morris Berman lo vio venir. Es el final del ciclo estadounidense. Pataletas de ahogado. Oswald Spengler tenía razón. Es la decadencia de occidente.  

  

Literaria

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