Henry Sánchez Olarte -Psicólogo y Periodista
El jefe liberal Jorge Perico Cárdenas (1935-2025) Q.E.P.D.
Jorge Perico Cárdenas, era un liberal apasionado, que conmovía con un discurso recio como su carácter. Su verbo atraía y dejaba entre sus simpatizantes el mensaje del líder vertical que enarbolaba las banderas de un partido que se había teñido de sangre en confrontaciones desde su creación en 1848. No le temblaba ni la voz y menos su corpulenta figura para expresar sus ideas y para afianzar su jefatura, que mantenía viva y fortalecida desde la muerte del médico Gustavo Romero Hernández, a quien coloquialmente se le llamaba “el chulo” por el color de su piel. El médico era un jefe, un auténtico cacique de esos que poblaron su provincia y dejaron una huella por la intrepidez de sus acciones. Y, Perico Cárdenas era el legítimo heredero de ese liberalismo firme y resuelto a ganar una justa electoral apelando a la oratoria en la que se provocaba -si era necesario- a los adversarios.
Perico, con ese temperamento altivo propio de sus ancestros que no lo eran todos liberales -pues su padre el médico Jorge Perico era de filiación conservadora-, se convirtió desde muy corta edad en el último jefe del partido liberal en Boyacá, colectividad que posteriormente se transformaría en una colcha de retazos sin norte y con personajes que han sido inferiores a la grandeza que fue la característica que le imprimió el jefe Perico, quien pregonaba que en política se conocen amigos o enemigos y que la alusión, que hacía mención de él, en el sentido que galopaba con los acontecimientos, era absolutamente falsa, como lo fueron los calificativos de desleal y utilitarista. El Perico Cárdenas que conocí como Gobernador y Embajador de Colombia en Canadá, era profundamente humano, padre, esposo, abuelo y amigo de sus amigos. Un líder a quien visité en su apartamento en París y luego lo haría en el Canadá, cuando se desempeñó como Embajador, a quien le cabía en su cabeza, su Boyacá del alma, sus lugares emblemáticos, sus gentes, su historia y sus necesidades, que contribuyó a superar con una sola llamada que hacía o al presidente de la República o a uno de sus ministros. Su influencia fue de tal magnitud que en algunos momentos de su fulgurante carrera política se convirtió en jefe de ambos partidos que lo escuchaban con respeto y acatamiento a sus órdenes. Casado con la ilustre dama María Cristina Sánchez de Perico, el jefe enriqueció su hogar con hijos que son referente del liderazgo de su padre. Excelente conversador, se había nutrido con una formación académica obtenida en Londres y por tanto, hablaba varios idiomas a la perfección, entre ellos, el inglés y francés. Numerosas afirmaciones se han tejido alrededor de la vida política de Perico Cárdenas, pero la que aún se escucha y se atribuye a un gobernador de Boyacá, fue la que este hizo en un discurso en su pueblo de Jenesano: “cómo no va a ser importante Perico Cárdenas, si por él fui el director nacional de caminos vecinales”.
José Ignacio Castañeda Neira había pronunciado las anteriores palabras en un discurso vibrante en la plaza principal de su pueblo. Estuve en el funeral de este líder que ocupó un escaño en el concejo municipal de Jenesano, que representó su región en la duma departamental, que a nombre de Boyacá fue congresista y que se distinguió como gobernador de los boyacenses. Estaba acompañado en su partida al más allá de solo unos cuantos amigos, entre ellos, Oliverio Bohórquez quien no era liberal y había cumplido una larga jornada desde Casanare a Tunja para darle el último adiós.
Pese a todos los cargos que ocupó “Nacho” Castañeda, ninguna entidad se pronunció, ni tampoco aquellos que se beneficiaron políticamente de él.
Al final del camino solo queda la ingratitud y el olvido. Recuerdo, que:
- “Jesús Bernal Pinzón, senador liberal de Boyacá y Procurador General de la nación en 1970, falleció y de él en una píldora política en un diario capitalino sólo se dijo: falleció un senador liberal de Boyacá de apellido Bernal” y, el mismo articulista, años después, también comentó:”falleció otro parlamentario liberal de Boyacá de apellido Rincón”, nunca supe si se refería a Enrique Rincón Figueroa o a Juan José Rincón, ni nadie aclaró la nota. Enrique Rincón, fue suplente en varias ocasiones del jefe Perico y era un sobresaliente médico sogamoseño. Juan José, fue Parlamentario.
Un mes después del fallecimiento de Germán Riaño Cano, quien había sido presidente de la Asamblea de Boyacá y codirector nacional del movimiento que lideró en Colombia el inmolado mártir de la democracia Luis Carlos Galán Sarmiento, se organizó una misa en Paipa para honrar su memoria. Solo asistimos a esta ceremonia seis personas, entre ellas Consuelo, su viuda, hija del inolvidable jefe liberal Plinio Mendoza Neira.
“El político en vida se enfrenta a la ingratitud y en la muerte al olvido”.
La jefatura de Perico
La única vez que vi al jefe Perico, triste, ansioso y confundido, fue la nefasta fecha en la que la fuerza incontenible de una avalancha de lodo sepultó la población de Armero. Me dijo con angustia: “averíguame si los socorristas hallaron a mi hermano y su familia”. Quedé mudo, hasta ese momento ignoraba que un hermano del doctor Perico vivía en el lugar de la espantosa tragedia. Era propietario de una hacienda y lo perdió todo, hasta su propia vida. Su cuerpo jamás fue encontrado.
El jefe liberal Jorge Perico Cárdenas (1935-2025) Q.E.P.D.
El doctor Perico escuchaba con angustia la información que daba cuenta de este cruel hecho y en ocasiones, sin dejar ver su rostro compungido, una que otra lágrima rodaba por sus mejillas.
Guillermo, su hermano, unos pocos años menor que él, era un destacado profesional que había desempeñado cargos de importancia en el IDEMA, organismo adscrito al Ministerio de Agricultura que desapareció años después de la avalancha de Armero. Retirado del cargo, adquirió una finca en la bella población tolimense que desapareció, pereciendo 20 mil personas. Cinco años antes hacia 1980, el jefe Perico había sufrido un grave accidente automovilístico sobre la carretera central del Norte cuando se dirigía a Bogotá a adelantar los contactos pertinentes para su seguro nombramiento como Ministro de Gobierno. Permaneció algún tiempo con serias complicaciones para caminar a consecuencia del choque de su vehículo con el de un imprudente conductor que venía en sentido contrario. Prefería no comentar el caso, pero lo que sí doy testimonio es que alguna vez en París mientras dábamos un paseo por los campos Elíseos, se detenía con frecuencia acusando serios dolores en sus extremidades inferiores. Era renuente a recibir manifestaciones de solidaridad frente a sus quebrantos de salud.
Sé que mucha información quedará por fuera de esta narración, hechos significativos que hacen mención a los últimos 50 años de la historia polí- tica de Boyacá. No pretendo, y esto es muy claro para mí, invadir el campo de los historiadores, pues solo he asumido un papel como reportero de prensa que conoció a muchos de los personajes que cita y con quienes hizo excelentes relaciones de amistad. Destaco que con el jefe Perico participé en agrada- bles tertulias en las que con abundante información comentaba que Colombia ha vivido el horror de una inestabilidad que tuvo sus inicios y amplia repercusión en la década de 1940 a 1950, cuando la pasión partidista y ambición por la riqueza fácil reinó en los campos boyacenses. Afirmaba que centenares de familias liberales de Boyacá abandonaron sus terruños huyendo de la hegemonía conservadora que con el apoyo de curas deshonestos sembraba el odio y el terror. Fue la llegada en primer término a la presidencia de la República del General Gustavo Rojas Pinilla, y luego, el frente nacional que logró apaciguar los ánimos y pactar una paz concertada que sería violada nuevamente con la aparición de grupos insurgentes en la década de 1960 a 1970 que pugnaban por el poder y que aún no han desaparecido ni con la aplicación de las normas de la Constitución de 1991, ni tampoco con los acuerdos de La Habana.
El jefe Perico tenía referencia de los procesos que han incidido en el enfrentamiento de los partidos tradicionales y en la aparición de nuevas vertientes que convirtieron la política en la ocasión de enriquecer a muchos de sus actores y desencadenar otro mal en la sociedad: el narcotráfico.
El jefe direccionaba el poder alertando a sus seguidores sobre la corrupción. Contaba en su grupo con avezados juristas a quienes con respeto atendía para incrementar su potencial electoral, entre ellos, Heraclio Fernández Sandoval, quien luego de haberse desempeñado como alcalde, gobernador y embajador, era sin equívocos una pieza fundamental en el engranaje político. Heraclio, tenía gran influencia en la región central de Boyacá. Creíble, honesto, transparente, este abogado con ancestros en Sotaquirá, era incansable en la búsqueda de soluciones. Casado con Julita Rojas, una esclarecida dama hija del historiador Ulises Rojas, el doctor Heraclio representaba una opción clara para mantener el poder del jefe Perico. Y, en cada región de Boyacá la fuerza periquista se hacía sentir mayoritariamente a excepción de las provincias de Ricaurte y de occidente donde surgieron otros líderes: Jaime Castro en Moniquirá, Ricardo Mendieta Rubiano en el occidente y Zamir Silva Amín, en Chiquinquirá, quien al final de su vida política, adhirió a Perico.
El doctor Castro fue quizá el líder que más se le atravesó en el camino al jefe Perico. Se le reconocía en los círculos intelectuales como un brillante constitucionalista. Recorrió cargos en los que demostró su indiscutible capacidad de liderazgo, entre ellos, la Alcaldía Mayor de Bogotá, los Ministerios de Justicia y de Gobierno, miembro de la asamblea nacional constituyente que redactó la Constitución de 1991, y Senador de la República. Con él fundamos el Periódico Alternativa Liberal del que fui su director propietario hasta su desaparición, pero no fui militante de su grupo, pues nunca comprometí mi ejercicio como periodista y así lo dejé consignado en una carta pública que le dirigí al doctor Castro y que fue reproducida profusamente por sus opositores y por la prensa regional.
El periquismo en Duitama
La ciudad de Duitama, al contrario de lo que se registraba en Sogamoso, era una urbe donde se respiraba civismo por doquier, el que se complementaba con una elevada vocación industrial. No era ajena, sin embargo, a vivir la política liberal con intensidad. Dos sectores lideraban el favoritismo y ambos, seguían las orientaciones del jefe Perico, uno de ellos el de los Soler Mantilla, gozaba de gran prestigio, pues a él pertenecía el dirigente Alfonso Soler Mantilla, quien había alcanzado el honroso cargo de procurador general de la nación y gobernador de Boyacá, y en el otro sector, sobresalía impetuoso el joven Economista Alfonso Salamanca Llach, quien en poco tiempo de su actividad proselitista había alcanzado notoriedad como funcionario del orden departamental, parlamentario y primer gobernador de Boyacá al tenor de la Constitución de 1991. Rivalizaban ambos sectores, pero confluían a donde el jefe Perico. De esa grandeza liberal que vivió
Duitama con los Soler Mantilla: Alfonso, Germán y Guillermo, de una parte, y Alfonso, Humberto y Alberto Salamanca, solo quedó el recuerdo. También sobresalían en el sector periquista Miguel Ángel Bermúdez Escobar, quien llevó el ciclismo al reconocimiento mundial, hecho que le mereció el respeto, acatamiento y honor de haber ocupado el cargo como gobernador de Boyacá. Y era meritorio por su elocuencia y liderazgo Oscar Celio Jiménez Tamayo. De igual manera, en la academia, Duitama presentaba el nombre del maestro Gregorio Becerra, un sobresaliente constitucionalista y congresista. Asimismo, en el sector empresarial se destacaba Jaime Ramírez y también llegó al parlamento Luis Guillermo Jiménez.
Hoy, dirimen los conflictos electorales una diversidad de grupos que se quedaron rezagados del protagonismo que tuvo durante varias décadas. Actualmente, Duitama sigue el curso de su historia alrededor de la pujanza de su comercio y de su creciente industria automotor.
Y sigue la historia liberal
En el norte boyacense aún se recuerda la época de la violencia partidista que ensombreció su territorio y que dejó muertos en sus municipios de topografía agreste, que formó el carácter vertical de sus habitantes. Solo figuraban unos cuantos pueblos que defendían al partido liberal sin siquiera conocer sus adherentes el significado del ideario de este partido que relacionaba en su plataforma la libertad de cultos, de información y la protección de los derechos humanos. Esto no lo comprendían en su mayor parte los habitantes de esta región, como tampoco identificaban la defensa de la religión católica, de la moral y del orden del que daba cuenta el conservatismo desde su creación en 1849. Se odiaban sus habitantes simplemente por ser simpatizantes del color rojo o el azul. Y en esta región figuraban líderes que escuchaban al “negro” Villamarín como le llamaban sus amigos al ex contralor de Boyacá Hernán Villamarín Gutiérrez y a Libardo Suescún Dávila quien en forma impetuosa se destacó y logró curul en el parlamento con equipos de jóvenes profesionales egresados de universidades reconocidas por el estado, entre ellos Jaime Meléndez Boada, Foción Barbosa, Alberto Puentes y Pablo Bocarejo.
Los hermanos Eduardo y Armando Suescún Monroy, eran sobresalientes dirigentes del partido liberal: el primero de ellos, se había desempeñado como Ministro de Justicia y Embajador en Suiza y Armando, como meritorio académico, rector de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, defendían sus ideas del sectarismo que aún persistía en esta región, el que quedó para el recuerdo como un episodio incomprensible para la política de hoy. Queda para la historia la evocación de una época en la que del pueblo de Boavita salían grupos de campesinos a quienes armaba el gobierno de Boyacá de 1946 para conformar verdaderos ejércitos con hombres del agro llamados “chulavitas”, que al igual que los “pájaros” del Norte del Valle del Cauca mataban liberales a nombre del partido azul y de la Iglesia Católica. Esos “chulavitas” recorrían todo el país causando terror y muerte y solamente dejaron sus armas luego del armisticio que concedió el presidente tunjano Gustavo Rojas Pinilla, quien fundó un tercer partido, La Anapo.
El jefe Perico con una precisión asombrosa y una memoria envidiable citaba lugares y nombres de “los gamonales”, aquellos que recibían dádivas para que se depositaran los votos en las urnas. No se descuidaba ni el más mínimo detalle, unas elecciones eran precedidas de una organización impecable y el jefe Perico tenía toda la logística.
Rafael Forero Castellanos obedecía los mandatos de Perico y por eso logró reemplazarlo una temporada como Gobernador encargado cuando sufrió un aparatoso accidente, pues esta designación le permitía seguir mandando desde su lecho de enfermo. Forero siempre escuchaba sin titubear, era mejor no contradecirle a Perico, pues él daba la última palabra: Sí o No. Nunca hubo término medio. En la política liberal de los últimos 50 años solo se destacó en las mayorías un solo jefe departamental: Jorge Perico Cárdenas y, solo a unos cuantos jefes locales escuchó, pero no acató sino su propia decisión. No es aventurado afirmar que en muchas ocasiones Perico fue jefe de ambos partidos y que Jaime Castro su mayor oponente y María Izquierdo y Ricardo Mendieta, solo alcanzaron a tener poder en una pequeña franja de la colectividad.