El doctor Manuel Elkin Patarroyo partió hoy hacia las estrellas. No era una de esas personalidades que se encuentran obnubiladas por la fama o edulcoradas por la prensa, que en cierta época lo tuvo entre sus preferidos, muy contrario a lo que él realmente representaba para la investigación y la medicina en nuestro país.
Tuve la fortuna de contar con su amistad espontánea y sincera amen de ser vecino por muchos años de su residencia en Bogotá.
Manuel Elkin era un conversador universal con independencia de carácter y la verdad es que merced a ella, los bandos politiqueros de este país que se han disputado el mando durante centurias por el poder para decidir quién investiga y quién no, nunca lo pudieron contar entre sus miembros, porque Patarroyo siempre rindió culto a lo que él tenía y lo que sabía para ser un investigador integral, que jamás lisonjeó a los poderosos dispensadores de favores, ni halagó turbas improvisadas de ídolos.
Fueron varios los viajes que realizamos juntos para asistir a congresos médicos en la época en que fui funcionario de Tecnoquímicas y Norwich Eaton; siempre conté con su amistad desinteresada y admiré aquel altivo sentimiento de independencia a que he aludido,franca con una simpatía adornada de charlas deliciosas e interminables durante extensas jornadas de trabajo.
Me duele la muerte de Manuel Elkin Patarroyo, existencia vivida plenamente con un don de comunicación extraordinario unido a la gracia natural de su espíritu atractivo y jovial, hizo de su compañía algo solicitado con empeño por cuantos gustan de buenos contertulios; espectáculo inteligentemente mirado con muchas anécdotas, y la intimidad con gentes diversas, épocas en la historia de la medicina, que hicieron de nuestra amistad algo grato y exquisito.
Hace pocos años tuvimos posiciones encontradas en manejo de algunas políticas que yo veía, y aún sostengo, nefastas para el país por el gobierno títere y corrupto anterior, que él defendió a capa y espada;aunque eso no ensombreció nuestr aprecio, me deja sabor agridulce porque nos quedó esa conversación pendiente.
Nosotros los que, a estas alturas de la vida, vamos terminando la larga cuesta de la existencia, vemos como los amigos se van desmoronando como los granos de una mazorca.
Cubiertos en pesadumbre, nos descubrimos hoy respetuosos al evocar delante del recuerdo, al amigo caído en la dura brega por la vida, memoria de un camarada que supo a cuánto obliga la nobleza verdadera, deja recuerdo imborrable en nuestra memoria.
Vuela alto, querido Manuel.
José Asunción Suárez Niño
Centro de Pensamiento Histórico Social Colombiano.